El Arte Romano, es cierto, es un tema verdaderamente amplio, que abarca cerca de 1.000 años y un total de tres continentes, desde Europa a África, pasando también por Asia. El considerado como primer arte romano, de hecho, se remonta al 509 a.C., con la legendaria fundación de la República romana. Además, el arte romano también abarca un amplio espectro de distintos medios y elementos, que incluyen no solo el mármol, sino la pintura, los mosaicos, gemas, trabajos en plata y bronce, así como terracotas.
Podríamos decir que, de hecho, la ciudad de Roma era un auténtico crisol de culturas, y los romanos, es cierto, no tenían el más mínimo reparo en adaptar las distintas influencias artísticas de otras culturas mediterráneas que las rodearon y las precedieron. Por esta razón, es común ver en todo el arte romano influencias no solo griegas, sino también etruscas y egipcias.
Como probablemente sepas, la realidad es que el arte griego tuvo ciertamente una poderosa influencia en la práctica romana. El poeta romano Horacio, de hecho, dijo que “Grecia, la cautiva, tomó cautiva a su vencedor salvaje”, lo que significa que Roma, aún cuando conquistó Grecia, adaptó gran parte del patrimonio tanto cultural como artístico griego, además de importar muchas de sus obras más famosas.
También es cierto que muchos romanos encargaron versiones de obras griegas famosas de siglos anteriores, motivo por el cual, a menudo, tenemos versiones de mármol de bronces griegos perdidos, como por ejemplo podría ser el caso del ‘Doryphoros’ de Polykleitos.
Por todo ello, el arte romano sufrió como una especie de crisis de reputación desde su redescubrimiento, cuando los críticos de arte se dieron cuenta de que muchas de las mejores piezas romanas eran, en realidad, copias, o al menos, se encontraban inspiradas de originales griegos anteriores, y en muchas ocasiones perdidas. No obstante, poco a poco comenzó la apreciación del arte romano, sobre todo en los períodos medieval y renacentista.
Algunas formas clave de arte
Esculturas romanas
La escultura romana combinaba la perfección idealizada tan característica de la escultura griega clásica anterior, con una mayor aspiración al realismo, la cual se mezclaba también en los estilos prevalentes y presentes en el arte oriental.
Los escultores romanos también con sus copias populares de obras maestras provenientes de Grecia, conservaron para la posteridad obras de incalculable valor, que de otro modo se habrían perdido por completo.
Utilizaron fundamentalmente el mármol y el bronce por encima de todo. de hecho, la mayoría de los ejemplos que han sobrevivido hasta nuestros días son piezas de mármol. El gusto romano por la escultura griega y helenística significaba que, una vez que se habían agotado el suministro de piezas originales, los escultores tenían que llevar a cabo copias, las cuales podían ser de distinta calidad dependiendo directamente de las habilidades de quien las hacía (en este caso, el propio escultor).
Poco a poco la escultura romana empezó a buscar nuevas vías de expresión artística, alejándose del arte y la influencia etruscas, y también de las raíces griegas, de forma que hacia mediados del siglo I d.C., los artistas romanos empezaron a buscar capturar y crear efectos ópticos de luz y sombra para conseguir un mayor realismo.
Por otro lado, la escultura tanto en edificios romanos como en altares podrían tener un propósito más político, o ser simplemente decorativa. Un buen ejemplo lo encontramos en los arcos triunfales, cuya escultura arquitectónica consiguió capturar en detalle los distintos eventos clave de la campaña, reforzando así el mensaje de que el emperador era un agente civilizador y victorioso en todo el mundo conocido.
Pinturas de la muralla romana
Muchos de los interiores de los diferentes edificios romanos fueron decorados suntuosamente y con frecuencia, con colores y diseños verdaderamente llamativos. Destacan las pinturas murales, los frescos y el uso del estudio con el fin de crear distintos efectos, que empezaron a ser comúnmente utilizadas hacia el siglo I a.C, sobre todo en casas privadas, templos, tumbas y edificios públicos.
Los distintos diseños, de hecho, pueden variar desde representaciones altamente impresionistas a intrincados detalles realistas. Y, en muchas ocasiones, eran representaciones que con frecuencia cubrían todo el espacio disponible de la pared, incluyendo también el techo.
Los mosaicos romanos
Los mosaicos romanos también se convirtieron en una característica común de los edificios públicos y las casas privadas, desde Antioquía a África. Eran también conocidos como ‘opus tessellatum’, y se elaboran a partir de pequeños cuadrados de colores de mármol, azulejos, vidrio, piedra, cerámica o conchas.
Por lo general, era común que cada pieza individual midiera entre 0,5 a 1,5 centímetros, pero los detalles más finos, sobre todo en el panel central (conocido como ‘emblemata’), a menudo eran representados utilizando únicamente piezas aún más pequeñas, de tan solo 1 mm de tamaño.
Los diseños, eso sí, empleaban un amplísimo espectro de colores, con el fin de combinarse a la perfección con las ‘teselas’ circundantes. Destacan por ejemplo los mosaicos en los que se utilizaban colores y sombras sofisticadas con el fin de crear un efecto similar a la pintura.